lunes, 25 de junio de 2012

El camino del samurai, la paz interior

La vida es como el camino de un samurai. Desde su comienzo busca la perfección, la sutileza, el compromiso, y el sentido del honor. Todo ello procede con un continuo sacrificio humano y moral por la justicia y el amor hacia la vida. ¿Que qué tienen de relación? Más de la que nosotros mismos creemos.

Como un samurai, la búsqueda de ese rincón de paz interior persiste durante toda nuestra vida. Ese lugar que todos anhelamos, y solo unos pocos consiguen alcanzar. Muchos nos planteamos si es el camino del éxito, de la fama, del dinero, o de la buena vida. En algunos casos puede que lo sea, pero una paz interior es complicada encontrarla por esas vías.

¿Cuál es el destino final de nuestra paz interior? ¿En qué materia oscura de nuestra trayectoria se encuentra? ¿Donde podemos realmente encontrarla? Puede que lo asemejemos a la perfección vital, pero nada más lejos de lo equívoco. Si logramos la perfección, ¿qué meta tenemos para seguir viviendo una aventura cada día hasta nuestro fin? No. La paz interior es aquella donde aún te quedan cosas por vivir, explorar, conocer y probar, pero en un estado de armonía y relajante donde nada puede configurar tu espacio vital, tu karma, o tu amor por lo que te rodea.

¿Será el Bushido una herramienta para conseguir esa paz? Honor, respeto, lealtad, coraje, honestidad... Factores conocidos por todos como palabras en una hoja de papel, pero que su significado puede que ignoremos desde hace tiempo.

Muchos son los futuros posibles en los próximos seis meses, pero espero que al menos uno me conduzca un poco más cerca de la paz interior.

"Es innegable que existe algo espiritual en ese lugar y, aunque no se si llegaré alguna vez a comprenderlo claramente, no puedo ignorar su poder."


martes, 19 de junio de 2012

Inspiración


Escrito el 15 de Junio

Hoy me siento inspirado. Y no es solo por haber estado tomando café con una de las más sinceras escritoras de blogs que conozco. El ritmo celta, las aspiraciones de futuro, y mucho estrés, hacen que gracias a una buena compañía musical consigas esa inspiración perdida que llevabas meses intentando localizar entre todo el desorden de la estantería.

Y es que tengo abandonado este rincón donde puedo dejarme llevar por las palabras que salen solas sin pedirlas, sin exigirlas, donde solo me basta teclear lo primero coherente que me venga a la mente para poder sacarlo adelante.

Ahora entiendo la manía que tenía mi madre porque escribiese de pequeño en un diario. La cosa es que de aquella era algo más íntimo y personal, unos textos que, como mucho, solo leería tu querido/a conyugue el día que decidieses compartirlos. Pero aquí, escribes para ti mismo, para los que conoces y te leen (aunque no sepas quien ni cuando), y también a aquellos desconocidos que de un modo u otro han llegado a parar aquí por esas decisiones extrañas del destino que han provocado que nos encuentre, ¿no, querido blog?

Anoche volví a soñar lo mismo. Corría, esta vez en medio de una autopista, persiguiendo el coche donde iban mi madre y mi hermano. De nuevo, con cada paso, iba dejando de tener menos y menos contacto con la tierra firme. De ahí a tal punto que podía volar, una vez más. Y una vez en el aire, ya no quería bajar, ni preocuparme de lo que tenía en mente instantes antes. Era libre, libre para llegar a lugares que un ser humano no alcanzaría sin tecnología, libre para sentirme puro y ligero, libre para hacerme uno con el espíritu del aire, libre para cambiar.

Y entonces despierto. ¿Significará algo? Varias veces repetidas que sueño situaciones semejantes. Miro por la ventana. Atasco por las obras que no acaban. Hoy me depara un buen día. Conduzcamos el ritmo acompañados de The Corrs y la brisa del océano. La tierra celta llena de poder de espíritu en días grises como hoy. Como dijeron en aquella película:

            “Hoy es un maravilloso día para morir.