domingo, 26 de agosto de 2012

El tiempo lo dirá

Mientras suena un tema de una serie que me marcó de niño, pienso en los últimos 8 o 10 días, ya he perdido la cuenta. Desde que llegué, no he parado de buscar trabajo y volver a ver a viejos amigos y contactos. Lo cierto es que es extraño. Por un lado, echas de menos todo lo que se ha quedado atrás, en Coruña y alrededores, amigos y vivencias sucedidas a lo largo de 4 años. Pero, por otro lado, es lo dicho, han quedado atrás.

Sé que a muchos seguramente no volveré a ver, y si lo haré, será por pura coincidencia. Otros procuraré ponerme al día de vez en cuando. Pero unos pocos son los que, tanto por mí o por ellos, querremos mantener un contacto constante para saber unos de otros. ¿Quienes serán? Solo se sabe con el tiempo, nunca te prometas a tí mismo que serán unos u otros. En ocasiones, la confianza traiciona a los sentidos y el corazón.

Es duro, sí, pero ante mí se presentan muchas opciones de vivir la vida que me ha llegado ahora. Puede que mañana ya no esté en este lugar tan caluroso escribiendo, sino en la otra parte del mundo entrevistándome para un nuevo viaje, o quizá siga aquí los siguientes 40 años por encontrar un futuro "sostenible" (ironía, ¿no?) en este lugar. Quien sabe.

El tiempo lo dirá.


miércoles, 1 de agosto de 2012

Jugando con fuego

El momento era ahora. El lugar era el bar de las apuestas. Todos los que entraban por la puerta estaban cada vez más interesados en el juego que nos habíamos propuesto. Desde que llegamos con el Astra GTC a ese local, lo habíamos bordado con el dichoso jueguecito.

Las reglas muy sencillas. Un montón de botellas de refresco, una en cada hueco de la "ruleta de la fortuna" (así la llamaba Jake), y cada una correspondía a una carta. Yo me encargaba de retirar las cartas que ya no tenían premio, además de darle cada botella a su ganador. Era muy fácil, di el número y palo de una carta, y te llevabas la botella correspondiente. La idea era muy simple. El premio, cada botella con lo que llevaba en su interior, era el plato fuerte. Y como no, también nuestro billete de entrada para poder meternos en la banda de Johnny Glock.

Todo iba bien. Incluso parecía que algún que otro matón se interesaba por participar. Esto marchaba. En breves Jake y yo íbamos a poder estar dentro del grupo delincuente más grande jamás visto haciéndonos ricos atracando bancos. Pero no contábamos con una visita inesperada.

Sí, yo sabía que un Astra GTC en un barrio de coches japoneses cantaría demasiado, pero ¿a quien le importaría? Pues parecía que al tío al que le brillaba una pequeña placa colgada de su cinturón.

- Buenos días caballeros. Tom Slade, Homicidios. Ando buscando a un aspirante a delincuente y esperaba que ustedes pudiesen ayudarme - que tío más imbécil, en serio, entrando así, sin escolta ni compañeros en un bar donde se junta lo más peligroso de la ciudad -. ¿Quién de ustedes es Ron Betsy?

Jake me miró de reojo. Tocaba el plan del camaleón. Se levantó el primero, dirigiéndose hacia Slade. Acto seguido, el barman le siguió, y yo detrás de ellos. Si pasaba un minuto y el poli no empezaba bronca o se iba, me tocaría entrar en escena. Nos pusimos a pasear por el bar, uno tras otro, bajo la atenta mirada de Slade. Este tipo es de la vieja escuela, no se inmutó ni dijo nada. Al ver que no habría ruta de escape, le hice una seña a mis compañeros para que se sentaran.

- ¿Qué? ¿Éste blandengue es Betsy? Sinceramente, me has decepcionado. Creía que sabías ocultar mejor tus huellas. Pero vas y apareces por aquí con ese GTC de mierda, aparcado al lado de los Subaru de la banda de Glock. ¿Qué tramas Ron?

- Ya ve, agente, estamos jugando a la ruleta de la fortuna, escoja carta y le toca un refresco de premio - en ese momento me percaté de los subordinados de Glock apoyados en la barra descojonándose -. No es nada ilegal, que yo sepa.

- No hijo, no lo es. Pero el motor de tu coche parece modificado de tal manera como para competir en alguna de las carreras de iniciación de la banda del jefe de esos dos - comentó, señalando a los tíos de la barra -, así que más te vale que me digas en que andas metido. No quiero tener que recoger tu cadáver la semana que viene.

- Vamos a ver, Slade ¿no? Yo solo estoy pasando una noche de diversión con estos amigos míos del bar. Si se apuntan algunos más mejor, siempre son bienvenidos si es que vienen a participar en el juego. Pero ten clara una cosa. Eres de Homicidios, y por lo que veo en este sitio, aquí no hay un puto cadáver ni un claro asesino de un crimen. Así que, gilipollas, detenme si tienes pruebas de que haya matado a alguien, y si no lárgate. Porque hasta que no tenga las pelotas para matar a alguien, o no acabe en la morgue, ¡tú no puedes tocarme!

- Muy bien Betsy, ten cuidado por donde te metes. No te quitaré los ojos de encima.

El muy cabrón dio media vuelta y se fue. En cuanto salió, los del billar recogieron los bates ante la falta de pelea. Fue entonces cuando se acercaron nuestros amigos de la barra.

- Hola Ron, si quieres trabajar con Glock, creo que te acabas de ganar un pase VIP. Avisa a tu compañero. Vamos a correr.




"No solo has jugado con fuego, has empapado las cerillas de gasolina"