lunes, 10 de noviembre de 2014

Soy Español, y no me avergüenzo de serlo ni de mi país, lo hago de quienes nos lideran.

Hoy un cliente me ha hecho pensar.

Básicamente, el cliente me ha preguntado, al ver que era español, qué opinaba de las elecciones de ayer. Que si estoy de acuerdo con unos o con otros, que si me parece bien, que qué haría yo... Pues bien, textualmente le he respondido (y muy educadamente, todo sea dicho), que "yo es que si por algo me fui de España era, entre otras cosas, por lo corrupta y detestable que ha quedado la política de mi querido país, así que no es que le haga mucho caso a las noticias de mi país relacionadas con ese tema".

Vamos, que no, que no tenía ni idea de que habían elecciones ayer, y ha sido al investigar hoy el enterarme sobre que eran, y al llegar a la segunda línea del párrafo del periodíco, cerrarlo y seguir paseando. ¿Que por qué? Muy sencillo. Un gobierno bien gestionado proporciona una estabilidad digna a los trabajadores, para que aquellos estudiantes que acaben sus universidades o institutos de formación puedan empezar a trabajar dignamente, y que aquellos cercanos a la jubilación no tengan que luchar cada día con sus últimos alientos de sudor, sangre y lágrimas para tener un retiro digno con suficiente dinero cada mes en su jubilación con el que poder mantenerse de una forma feliz y confortable.

No digo que no valga la pena luchar por un país como España. De eso nada. Me considero y me siento orgulloso de ser español por múltiples razones. Tenemos una variedad de lenguas dentro de nuestras fronteras que son la delicia lingüística (gallego, vasco, catalán, valenciano, balear), por no hablar de los diversos y múltiples acentos que provocan una delicia en los oídos. Nuestra historia se remonta a múltiples siglos atrás, donde hemos vivido diversas guerras, tanto de reinados, fronteras y libertad, como civiles e independentistas, por no hablar de los diversos personajes que han marcado fecha y página en la cultura universal. Múltiples son los monumentos tan bellos y emblemáticos que poseemos, desde los más antiguos, como la Torre de Hércules o el Castillo de Alicante, o más modernos, como el museo Guggenheim. Diversas y extensas bellezas naturales inundan nuestro país, por mencionar algunas como La Manga Murciana, las Tablas de Daimiel o nuestros queridos Pirineos. Por no hablar de las mil y una playas que nos rodean (siempre tendré en mi memoria la Cala del Advocat como mi favorita). Disfrutamos de una gastronomía que hace enjuagar de saliva de gula a cualquier paladar: paellas, empanadas, cocido, jamón, lacón, marisco, tortillas, pulpo, lentejas, fabada....

Cientos de valores culturales, históricos, sociales y demas adjetivos por los que vale la pena luchar por nuestro país. Y tanto que sí. También hablo de un país donde he vivido la mayor parte de mi vida, donde he vivido amores y desamores, he conocido a gente maravillosa y a otros que mejor mantener como un mero recuerdo, he tenido mil y una aventuras, y donde aún tengo multitud de gente a la que aprecio y quiero con locura de aquí al infinito, desde todos y cada uno de los miembros de mi familia hasta cada uno de mis amigos que me echa la bronca porque no les visito demasiado.

España importa. Es un lugar donde se puede soñar, viajar, enamorarse, emocionarse y vivir, sobre todo vivir. Pero los gobernantes que se han establecido en el poder durante los últimos años han conseguido que, los que más ilusiones tenemos de que la cosa mejore, tengamos que salir para poder labrarnos un futuro, una economía, y una vida lejos de todo lo que queremos, que engloba un solo país.

Desde lo más profundo de mi corazón, solo espero que el gobierno no empeore las cosas más de lo que están, para forzar a vivir en peor situación a todos aquellos a los que quiero, y a todo el resto de cientos de miles de españoles en la misma situación a los que puedo llamar paisanos. Desde Londres, e intentando labrarme un futuro digno que no podría conseguir en nuestra tierra, solo os digo queridos paisanos, que os deseo lo mejor y que podais labraros el mejor futuro posible viviendo el presente de una forma digna y con la cabeza alta.


sábado, 4 de octubre de 2014

La flor azul

Como una voz desde mis adentros parece salir afuera y decir "estás aquí", sabiendo sola y únicamente que los ángeles bajan a la tierra en selectos momentos de la existencia humana. Los poderes solo controlados por los personajes de ficción en novelas fantásticas y tebeos increíbles son los deseados en este momento: detener el tiempo para que no acabe el momento, provoca rayos de sol entrando directamente por la ventana tras una lluvia intensa para que el arcoiris construya un camino de luces y magia, invoca a los elementos para poder construir un monumento a la belleza...

Miles son las teorías que se podrían invocar o predecir sobre dichas sensaciones. Sin embargo, llega el amanecer. Solo te inunda la sensación de poder estar acostado abrazando una rosa eterna. Y no se marchita, es una rosa mágica, pero al contrario que la del cuento de La Bella y la Bestia, esta no corre peligro alguno por tocarla. Pero llega el momento en el que la rosa empieza a perder su color, su brillo, su luz. No es algo permanente, solo temporal. El viajero lo sabe, pero no puede evitar entristecerse. Ha visto la belleza más allá del simple término de la palabra, y le lastima pensar que no puede verla en su auge inmortal.

Como una vampiresa al llegar el día, debe despedirse y dejarla volar a su castillo de las montañas. La sensación producida solo es comparable con la muerte. Mas no es el fin. Tras la muerte, el fénix volverá a dar la vida cuando menos lo espere. El viajero ya cuenta con ello, sin embargo no puede evitar sentir la sensación de que se le escapa cierto aire entre los pulmones, parte de su sangre evaporada, una parte de su alma. Todo regresa, y solo sabe decirse a sí mismo "vale la pena", y a su amazona partiendo a lomos de su montura "si me voy, no habrá nadie que espere tu regreso. Aquí estaré".

Ese sentimiento de que todo se va. Ese cosquilleo en la nariz. Ese pequeño dolor en los ojos que empiezan a humedecerse, hasta que al final no te queda nada más que la cara llena de lagrimas. Aunque al final sonríes sabiendo que será inolvidable, y que quizá un día vuelvas.

...algún día...


"Hay una rara flor azul que crece en las montañas celeste. Coja una de esas flores. Si consigue llevarla hasta la cima de la montaña, tal vez encuentre lo que ha estado buscando desde el principio."

viernes, 11 de abril de 2014

Necesito... ¡necesito velocidad!

En ocasiones te paras a pensar que es lo que más hechas de menos al estar lejos de lo que conoces. Las calles olvidadas, los bares que hemos cerrado tantas noches, la gente a la que apreciamos... Sin embargo, ello no deja entreveer una de las cosas más recordadas. No es la más importante que se añora, pero sí que es una que dejó huella. Y de esta forma os la voy a narrar.

Te acercas, lo miras. Aprecias sus curvas, su delantera, el agarre y volumen que posee, y el aire que respira, adueñándose de todo el ambiente a su alrededor. Todo a su alcance pasa a formar parte de sus dominios. Y tú no puedes hacer nada para evitarlo, porque desde el momento que posaste tu mirada en él, le perteneces, más aún cuando sus ojos te guiñan a la par dándote la bienvenida a su regazo.

Dejas que te engulla en su territorio. Hasta entonces solo has conocido su físico, que tan impactante ha sido y tanta huella en tu subconsciente ha provocado. Pero ahora hablamos de palabras mayores. Está dejándote entreveer en su interior, su belleza personal interna: su calibre, sus juegos de manos, su lomo contra tu espalda, y al final de todo, la ranura que todo lo puede. Una pequeña abertura hacia lo más profundo de su ser, que una vez pruebes, no querrás dejar de urgar. Así que solo te queda nada más que 3 sencillos pasos. Metes la llave, le das al contacto, y el coche ruge dándote a entender que ya sois uno.

Es el velocímetro, es el cambio de marchas, es el acelerador el embrague y el freno, son las rectas, son las curvas, son los viajes largos de 5 horas o los cortos de 5 kilómetros recorridos a contrarreloj, es el roce del límite de velocidad, es la sensación de ser libre, es todo esto en una sola palabra: conducir.

Quien diría que algo tan ameno pueda provocar tan sensación, ¿verdad? Si os gusta conducir, probad a estar más de 3 meses sin sentaros a los mandos de un volante, sea real o virtual. Sí es cierto que se echa de menos muchas cosas lejos de casa, pero esta sensación es única, y únicamente demostrable de un modo. Ponte el cinturón, dale al contacto, y haz que la carretera te guíe.


domingo, 19 de enero de 2014

Tic Tac

- Planta baja.

El ascensor me abría las puertas de la comisaría dándome una especie de último adiós, o al menos, eso es lo que me parecía a mí. El agente Burke de Seguridad Nacional nos acababa de dar la noticia. No quedaba demasiado tiempo. No sabíamos cuanto llevaba en la ciudad, si ya estaba activada, ni en que lugar empezar a buscarla. Estamos hablando de una ciudad de 8 millones de habitantes, de darse el caso de que no haya salido del área urbana. Era como buscar una aguja en un pajar.

Lo primero que hizo Stana fue mandarme a casa, a que me diese una ducha, durmiese un par de horas, y que luego ya si eso, podría incorporarme de nuevo a la investigación. ¿Pero como podría relajarme en un momento así? Esto era una locura. Desde los atentados que asolaron esta ciudad hace ya 10 años, quien sabe cuantas amenazas hemos tenido en la sombra, sin siquiera darnos cuenta de ello. Burke sería un especialista en estos casos, pero seguía teniéndome intrigado como conservaba la mente despejada, y actuaba con tal sangre fría. Su cabeza debía de funcionar de una forma mucho más compleja que un reloj suizo. Y eso que con Molly desmonté uno hace dos veranos.

Mientras bajaba del coche rumbo al portal, no podía dejar de mirar las caras de todos los que se cruzaban en mi camino. El chico que escucha su música del iPod mientras rueda por la acera con sus patines, el taxista recogiendo a un pasajero estresado en la acera de enfrente, la mujer en bata paseando al perro en su portal... Tanta gente inocente a la que querer decirle que cojan el primer tren, bus, avión o lo que sea y que salgan de la ciudad, y sentirte peor que un excremento al no poder decir nada a nadie. Roy había sido claro con eso:

- Ni una palabra a nadie. No queremos que el caos se desate. Podría impedirnos descubrir la localización de nuestro objetivo.

Solo esperaba que acabase pronto. Aunque no podía de dejar de darle vueltas a algo que me vino a la mente al echar un último vistazo a las pistas. Las pruebas que teníamos apuntaban todas hacia Marek, pero no tenía sentido. Era ciudadano americano, la única relación que tenía con Yemen era su ascendencia y trabajos con la embajada, pero nada más. Entonces, ¿por qué organizar todo esto? Cada pregunta engendraba otra a mayores, como un libro sin fin, como si alguien condujese el camino por mí...

Por mí, en mi lugar, en mi nombre... Estaba a punto de meter las llaves en el portal cuando me vino rápido la idea a la mente. Di media vuelta, cogí el teléfono, y esperé respuesta.

- Seamus, reúne al equipo. Ya se quien está detrás de esto.


domingo, 12 de enero de 2014

La boda

- ¡Estela! ¡Estela!

El novio daba vueltas alrededor del patio ajardinado de la antigua fortaleza buscando a la última en aparecer en la boda: la dama de honor. Todos los invitados se encontraban expectantes ante lo que podía o no podía pasar. No sabían como acabaría todo. ¿Y si no aparecía? ¿Qué ocurriría?

Al final, conseguí encontrarla justo detrás del alto torreón, donde se desarrollaría la escena final de la boda. Estaba a los pies de la escalera arrodillada llorando. Me acerqué lentamente para no asustarla:

- ¿Estela?
- Rick, gracias a dios que no eres Jack. No dejo de oirle gritar por todo el patio intentando localizarme como un loco.
- Que no te extrañe. Todos llevamos un largo rato buscándote. Kate está esperando que te acerques al altar a esperarla para su gran momento con Jack.
- Pero, ¡es que no puedo! ¿No lo entiendes? Si siguen con esto, desaparecerán. Y les quiero demasiado como para que hagan semejante estupidez.
- ¿Desaparecer? No creo que se les ocurra desaparecer. La semana que viene Jack y los chicos tenemos una partida pendiente en las mesas del Cesar's, y no pienso perder esta vez.
- ¿Crees que se lo replantearán, Rick? ¿De verdad lo crees?
- Mira Estela, lo último que voy a permitir es que Kate y Jack desaparezcan en el día más importante de su vida. Te lo prometo.

Con Estela convencida, ya todo fue coser y cantar. La llevé yo misma al altar, ante el alivio de muchos (y decepción de algunas víboras que había sentadas entre bastidores). Media hora después, ya se habían pronunciado los votos y se habían dado el sí quiero. Jack estaba emocionado, se le notaban en su eterna sonrisa y su mirada, mientras Kate relucía con su vestido y las continuas miradas y risas hacia Jack la denotaban como la mujer más feliz de la terra en este momento. De vez en cuando, le echaba la mirada a Estela. No era como cuando miraba a una de mis víctimas de las novelas, no. Solo para asegurarme de que no reaccionara de forma intempestiva en ningún momento. No es que la conociera demasiado, pero me daba la impresión de que, si tenía una corazonada de algo, normalmente era cierta.

Al acabar la comida en el banquete, empezaban los bailes, ya que los novios decidieron que las palabras de agradecimiento se dijesen al final del banquete. Algo extraño, pero aceptable. Era su día, y ellos mandaban. Unas horas después, me encontraba intentando seducir a la tía soltera de Kate, cuando Jack se me acercó:

- Rick, ¿te lo estás pasando bien?
- Ya lo creo, tío. Un poco más y la tengo en el bote.
- Oye, necesito un favor. ¿Puedes acompañarnos a Kate y a mí al discurso inicial?
- Sí, claro - me dirigí a la elegante Nancy -. Lo siento Nancy, tengo que ejercer de padrino en funciones. Si me disculpas.

Acompañaba a los novios al torreón para que pudiesen dirigirse a los invitados en su discurso. Cuando llegamos al rellano de las escaleras, Kate se giró:

- Richard, en serio, te agradezco muchísimo todo lo que has hecho por nosotros. Se que no ha sido fácil sacar del mercado a Jack para que pase conmigo el resto de su vida, pero se que en gran medida, lo nuestro no hubiese sido lo mismo sin ti.
- Bromeas, ¿no? Si aquella noche no me... - la mirada de "corta el rollo" de Jack fue fugaz y clara - ehhh, no me hubiese percatado de lo genial y la chispa que habia entre vosotros, no habría retirado este gran premio gordo de la lotería de solteros más cotizados de la gran manzana.
- Rick - Jack me miraba con la cara mas seria que nunca le había visto -, se que hemos compartido mucho juntos. Y solo espero que pase lo que pase, nos apoyes en todo a partir de ahora. Será difícil, lo se, pero te conozco, y creo en tí.
- Jack, déjate de tonterías y subid a este puñetero torreón. Os esperan cientos de personas más ansiosos que cuando Nixon renunció a su cargo.

Un fuerte abrazo nos separó a los pies de las escaleras. Me uní a los invitados en el patio, mientras los novios se dirigían al balcón. Sin embargo, pasaban los minutos, y no aparecían. Algunos se empezaron a impacientar. En un vistazo, ví como Estela se dirigía hacia las escaleras en su busca, a lo que rápidamente la seguí para averiguar, al igual que ella, que diantres pasaba.

Durante días, se registró la fortaleza de arriba a abajo, el torreón mejor de lo que lo haría un roedor, y como no, toda la ciudad y los alrededores. Nadie sabia nada de la feliz pareja, donde se habían ido, o qué les había pasado. Una noche, mientras dejaba mis escritos a un lado para servirme una copa de Chardonnay, llamaron a la puerta. Sorpresa fue encontrarme a Estela en el umbral con lágrimas en los ojos, a quien casi nadie había visto desde la desaparición de Jack y Kate.

- ¡Te lo dije! ¡Y no me hiciste caso! - sus lágrimas brotaban de sus ojos cual un torrente furioso en un río apaciguado.
- Pero Estela, ¿como podías saberlo? Además, era imposible salir de ahí sin más sin que nadie los viera.
- Ah, ¿sí? ¿Y qué me dices de esto?

Blandió ante mis narices una foto del primer día que se conocieron. Aquella foto que les hice en su día cuando nadie miraba y estaban los dos bailando. No le veía nada extraño, más que la mítica mirada tonta que ponía Jack en sus ridículos bailes. Sin embargo, cuando giré la fotografía, mis ojos no daban crédito.

- Estela, ¿es cierto?
- Es lo que intentaba decirte el día de la boda. Ni siquiera yo lo entiendo del todo.
- No hace falta. Esto lo explica todo.