jueves, 20 de enero de 2011

Una noche cualquiera

Esa semana había sido dura. Llena de emociones, tristeza, y oscuridad, sobre todo eso, mucha oscuridad. Me hallaba en medio de una situación complicada. ¿Qué hacer en estos casos? ¿Cuál es la mejor opción? Apagué el cigarro y salí de allí con la bolsa.

Un par de horas después estaba ante la puerta que marcaría mi destino. No paraba de entrar y salir gente, tanto por aquí como por la puerta secundaria. Esta pequeña exposición había conseguido, con tan poco espacio, ser una de las más visitadas desde hace meses en toda la ciudad. Un lugar tranquilo, agradable, sin cámaras, sin preocupaciones.

Me dirigí hacia la puerta principal, dejando salir a los visitantes que en ese momento cruzaban el umbral y me mantuve firme en la entrada cerrándola con llave a la par que indicaba a los demás que se acercaban:

- Voy a cerrar, para que puedan presenciar un acto de la programación sin que nadie moleste entrando o saliendo.

Obviamente, las madres ya se ponían partícipes. ¿Espectáculos gratis? Eso les encanta, y no solo para sus hijos. Aunque el espectáculo de hoy fuese algo diferente a lo que están acostumbrados. Pobres ilusos.

Me aseguré de cerrar correctamente la puerta secundaria poniendo la misma excusa a los que se acercaban. Como había apreciado desde fuera, el recinto era muy pequeño, como un autobús, y el no tener guardias de seguridad, facilitaba las cosas. Las reliquias de bien público no las tienen en consideración, y hoy conocerán el error que cometen pensando eso.

Eché un vistazo al reloj, las 8 y media, la hora de los fuegos artificiales. Fuera del recinto no había mucha gente, pero el momento era perfecto, más de lo que yo había llegado a imaginar en un principio.

- Damas y caballeros, no entretendré su tiempo más de lo necesario. Esto va a ser una actuación como les había explicado a algunos de ustedes, pero una actuación llena de realidad. No intenten escapar, he cerrado a cal y canto las dos salidas posibles – empecé a notar ciertas sensaciones de temor y nerviosismo en algunos de los presentes -. Si colaboran, y estoy seguro que lo harán, no sufrirán el menor daño, se lo garantizo.

Mientras los visitantes se preguntaban cuchicheando a que vendría tanto alboroto, me acerqué a la puerta principal con la bolsa, saqué la recortada mientras abría la ventana lateral y apunté a un ejecutivo que pasaba por allí. El sonido del disparo retumbó en toda la plaza, y los visitantes emitieron un eco descontrolado de chillidos y lamentos tras ver la escena. Una multitud se había formado de repente alrededor del ejecutivo, que ahora yacía en el suelo. Como alguien dijo una vez, “si quieres la paz, prepárate para la guerra”.

La fiesta empieza ahora.

2 comentarios:

  1. ¡Woooooooooaw! Me gusta. Me gusta mucho. Me recuerda uno de los relatos de la antología "Aquelarre" en el que la gente paga por ver a un pirado amputándose partes de su cuerpo en directo, en una especia de teatro y también un poco de la peli "Happiness"... mala baba creativa.
    Mola.

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  2. Me alegro de que te guste, lo cierto es que la idea me vino de un sueño, y lo escribí nada más despertar.

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