domingo, 29 de agosto de 2010

Anatomía

Un desarrollo de un determinado tiempo puede variar desde la perfección temporal hasta el caos más absoluto. Por suerte en el caso de la mayoría de los humanos, la mayor parte de las veces nos situamos en un término medio.

Los acontecimientos cambian desde el primer día, en donde piensas que todo va sobre ruedas. Es ahí cuando uno la caga al pensar eso, pues Murphy nació con un solo propósito, aniquilar todas nuestras buenas visiones futuras. Si uno para a visualizar la semana pensando como será de principio a fin, es que aún no sabe nada. En cada momento te van a cambiar el modo de ver las cosas, el modo de actuar y el modo de reaccionar ante ellas. Y no lo digo solo por mí. Seguro que a alguno o alguna de vosotr@s os ha pasado lo mismo alguna vez.

Lunes por la noche. Todo marcha bien, pasan las horas y llegas a casa agotado, pero te decides a hacer una llamada. Pero lo que no sabes es que esa llamada puede dar un vuelco a tu vida antes de que cuelgues. Y no, no era Neo o Morfeo.

Miércoles. Lo llevas como puedas, intentando ausentarte del mundo real centrándote en algo tan simple como una entrevista telefónica. ¿Y qué se te pasa por la cabeza? Nada más que no sea lo que te come por dentro día tras otro. Pero eso cambia cuando dan las 12. Pareces Cenicienta y tu cuento se acaba. Vuelves al mundo real.

Viernes. La rutina laboral te persigue, encuentras otro modo de abstención. Aunque harto de que todos te pregunten por lo mismo, el que tu voz de respuestas automáticas ante ciertas preguntas ayuda a ausentarte de la realidad.

Domingo. Te dices a tí mismo que lo mejor es unas risas con la familia a kilómetros de casa, y no pasa nada mejor que asistir de nuevo a la rutina laboral por unas horas. Pero las pocas horas de desconexión te sirven de algo. En medio del monte, rodeado de naturaleza, con silencio solo perturbado por las melodías que fluyen desde los auriculares conectados a tu mp3 hasta tus sensores auditivos sonando a bandas sonoras instrumentales relajantes provocan que pienses una cosa: que quizá todos esos problemas que surgieron el lunes pueden tener fácil solución, que no deberían provocarte tanto dolor de cabeza, que la respuesta puede estar más clara de lo que nunca la has ennublado, que la verdad está ahí fuera.

Domingo. Sentado en la mesa de un bar cualquiera, escribiendo hasta que se acabe la batería, Maverick razona hasta el existencialismo más puro, aunque no lo entienda y lo transforme en un chiste malo de los suyos. Domingo, anatomía de una semana.

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