lunes, 27 de febrero de 2012

Todos vivimos en nuestra Gotham particular...

... sobre todo, de noche.

Camina hacia su destino, dejando atrás a quien le ha acompañado durante 2 horas bien disfrutadas. ¡Te violarán si vas solo! Risas aparte, empieza su andanza hacia su destino. El no tener tiempo de llegada, ni tarea que hacer a su regreso, hace que plantee circular por una vía alternativa. Conocida, sí, pero diferente a la habitual.

Avanza el paso, escuchando un requiem que parece no tener fin en su lucha musical hasta el apocalipsis de su mensaje. Cuando algo en su radio de visión acapara su atención. Una luz que parpadea, un foco de un portal que parece averiado por su rara intermitencia. Una extraña sensación, fruto de un matrimonio entre lo que suena en sus oídos a través de los cascos y una emoción de enfrentarse a algo nuevo. El resultado no es más que sorprendente.

Aquellas zonas que parecían ser familiares para él se han vuelto de repente un ser desconocido hasta el momento en su hábitat y entorno. Sigue recorriendo una ruta que va cambiando de rumbo según lo que aparece en su camino: sombras de objetos inertes o vivos, pinturas de guerra de las paredes, edificios con tonalidades más oscuras de lo que simulan quienes los crearon, callejones desiertos, trechos solitarios...

Ante él se levanta la ciudad que pocos aprecian, una ciudad que de cabo a rabo contiene emociones, suelos silenciosos, víctimas que callejean sin rumbo. Todo son referentes. Toda cultura alberga alojada en cada rincón, pero no se demuestra lo bello, sino lo impactante de cada momento, lo siniestro de cada rincón. Todo se une para ofrecer al individuo un torbellino de sensaciones. Calles sin salida que enseñan una población inapreciable a simple vista, tramos de carretera donde los vehículos quedan estacionados uniformemente de forma tétrica, edificios con toques góticos en el siglo XXI.

Todo son sensaciones, y todas acompañadas de principio a fin con una música que, solo escuchándola, provoca que medites por donde ir, hacia que lugar, en qué ritmo, y bajo que sentido. Llega al portal, el requiem acaba, entra en su hogar y todo parece volver a la normalidad. Pero eso sí, la ciudad ya no significará lo mismo para él cuando caiga la noche.

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