viernes, 8 de julio de 2016

La noche de las bestias

Y bien pasan las 12. La luna brilla en el cielo oscurecido bien alta en el firmamento. Un momento para pensar. Un momento en el que poder reflexionar. La medianoche es mágica, ayuda, es aliada de los narradores, amantes y desamparados. Y uno se encuentra sumergido en la suma de todos ellos.

¿Qué es la vida? ¿Qué puede albergar el fruto de una carrera contra el tiempo? La búsqueda de la salud, el gozo, el trabajo, la familia, y el próspero futuro, nublan quizá todo momento que de para pensar la cuestión más sencilla y complicada a la par: ¿donde debemos dejar de buscar? Dicha cuestión sumerge nuestras dudas en un pozo de enigmas, pues la pregunta conlleva muchas otras: ¿es mi posición laboral actual la adecuada y en donde debo permanecer? ¿La mujer a la que amo es en realidad la definitiva y adecuada? ¿Soy yo el símil hacia ella, o solo una piedra en su camino? ¿Es este habitáculo el que me acogerá como mi hogar hasta el fin de mis días?

Y así, infinidad de preguntas. El ¿quien soy? y ¿donde voy? quedaron vagamente perdidos en el tiempo, solo para tener descendencia en cuanto a más y más preguntas. Cuanto más fácil se nos hace el vivir, más complicaciones nos surgen. Cuan sencilla sería la vida en pleno siglo XII, por ejemplo. Sí, bien es cierto que había mucha más pobreza, además de las múltiples enfermedades y la comida, que no sería igual que la de hoy en día. Olvidaos del aire acondicionado, los bañadores para la playa, los vehículos a motor, y los wassaps del móvil. Pero sí, cuan sencilla en mucha mejoría sería la vida de aquella época en comparación con la que se nos presenta.

Llamadme loco. Llamadme ingenuo. Llamadme chiquitín que se hace mayor. Pero las preguntas surgen, y no encuentro respuesta. Solo puedo aullar a la luna en lo alto del oscuro y negro firmamento, hoy con pocas estrellas que guíen mi camino.


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