sábado, 3 de septiembre de 2016

Gladiadores de la palabra

Una vez más, la noche me rodea y me inspira para dar paso a una nueva entrada. El insomnio llama a las puertas de la inspiración a las palabras sin conexión aparente, al párrafo vacío reclamando ser escrito, al texto que llenará tus ojos durante unos breves instantes antes de tu café matutino sin saber de qué va estas primeras palabras de tu día.

¿De qué? No lo se, solo averiguo dicho propósito una vez escribo el final. Porque, ¿de qué sirve la planificación? Improvisación sobre la marcha, mundo absorbido por el caos narrativo, donde una palabra conquistará un mundo. Así quizá nos vaya mejor.

Lejanos quedan los días donde me acercaba a la biblioteca pública local, a indagar entre las miles de páginas y páginas de literatura infantil y juvenil, con todo ese aroma a papel usado y gastado, pero llamando a las armas a que todo aquel que buscase aventuras, fantasía o incluso terror, se sumergiese entre sus tomos.

Ya quedan de aquella los recuerdos de mis primeros contactos con los tebeos de Mortadelo y Filemón, las aventuras de los Animorphs, las clases mágicas de Harry Potter o los viajes al fin del mundo de manos de Julio Verne. Una vida propia, lejana, casi ajena. No parece la misma, mucho ha cambiado.

Sin embargo, la nostalgia de coger un libro, cualquier libro, y poder sentir la inmersión completa y absoluta en él, sin preocuparte por nada más que por su narrativa, es algo añorado. Es una esencia que todo ser humano debería poder sentir alguna vez. Yo lo añoro.

Del mismo modo, añoraba poder sumergirme en la escritura libre y sin pensamiento planificado, los escritos que me caracterizan, las palabras que reflejan mi forma de pensar que no puedo plasmar en una conversación a viva voz. Son esas palabras que quieres oir de mi y solo podrás leer. Doy gracias a una buena amiga y a su club de escritores por hacerme sentir de nuevo la esencia y valor para lanzarme de nuevo a este foso de gladiadores que tanto me gusta, donde la palabra escrita jura lealtad al César y gana ante la cobardía y la falta de ganas.

Una noche más, donde una moto hace sonar su rugiente motor, donde se oyen los desagües de un tirón de cisterna, a la lejanía, una alarma de vehículo se enciende y apaga en un momento. No estoy solo, pero no por el sonido ambiente, sino por las palabras que han empezado este texto sin comienzo, y que han logrado llegar hasta el fin.


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